Desde el siglo XI hasta principios del siglo XIX África fue un enorme coto de caza para los europeos, que buscaban mano de obra gratuita para desarrollar su economía. Portugueses y árabes fueron los precursores de este lucrativo negocio. En las crónicas de los conquistadores se encuentran ilustrativas descripciones de los africanos, como esta: “grandes monos, tan hábiles que bien adiestrados son capaces de ocupar el lugar de un criado”. En una enciclopedia de 1704 se podía leer: “Los africanos (…) son viciosos, salvajes, crueles y muy fuertes, y cada año se venden gran cantidad de ellos como esclavos a los europeos”.
La deshumanización de las personas negras sirvió para justificar su esclavitud sin ningún reparo moral. Según Livingstone, cada año se capturaban unos 350.000 individuos, de los cuales solo entre una quinta y una décima parte llegaban a su destino.